domingo, 20 de noviembre de 2011

El Mito Delphos

La primera vez que lo vi fue hace años en el Museo del Traje. Ahora, inmersa en la lectura de la novela El tiempo entre costuras, vuelve a mi mente este mítico vestido-túnica confeccionado en seda plisada bajo la pauta de lo que, hoy en día, las revistas de moda llaman “menos es más”.

Su creador fue Mariano Fortuny y Madrazo, hijo del célebre pintor homónimo y artista polifacético que destacó en campos tan diversos como la moda, la pintura, la fotografía, el diseño, la luminotecnia o la escenografía teatral. Fortuny era un enamorado de la cultura helena y a la vuelta de un viaje por Grecia, en 1906, decide confeccionar una prenda inspirada en las vestimentas de las esculturas clásicas. De hecho, el vestido toma el nombre de la famosa obra El Auriga de Delphos.

Como buen pintor, Fortuny plasmaba su pasión por los colores en todas sus creaciones. La impresionante gama cromática de sus vestidos –azules índigos, verdes esmeraldas, rojos cochinilla, naranjas, rosas, violetas, etc.- con matices cambiantes a la luz se debe a los tintes elaborados por el propio artista, todos ellos naturales y creados con fórmulas secretas que nunca reveló. Según la leyenda, al día siguiente de su muerte su viuda arrojó a las aguas de los canales de Venecia todos los colores elaborados por su marido, para que nadie pudiera imitarlos. Sea ficción o realidad, lo cierto es que a pesar de los numerosos análisis que se han efectuado a los tejidos, aún no ha sido posible reproducir de forma exacta estos colores. En 1909 Fortuny patenta su método de confección de pliegues para el Delphos pero, en su descripción, tan solo ofrece unas imprecisas instrucciones por lo que, un siglo después, nadie ha logrado descifrar el modo preciso de fabricarlos.

Fortuny consideraba que su creación era una verdadera obra de arte. El vestido sólo lo hacía por encargo de manera manual y totalmente individualizada por lo que cada Delphos es único e irrepetible. Los enviaba enrollados en papel de seda dentro de cajas de cartón, diseñadas también por el propio artista, y con su nombre escrito sobre la tapa.

Lo realmente extraordinario de este vestido no es sólo el hecho de ser una prenda exclusiva. El Delphos supuso una revolución en la sociedad de su época ya que estaba ideado para no llevar nada debajo, permitiendo, por primera vez en la historia, liberar a las mujeres de los incómodos y opresivos corsés. La túnica se adaptaba al cuerpo e insinuaba la belleza de la figura femenina potenciando la sensualidad de la misma. Pronto se convirtió en un objeto de deseo entre las mujeres más modernas de la época. Peggy Gughengain, Isadora Duncan, Martha Graham o Sarah Bernhardt fueron algunas de las incondicionales del modelo mientras que Proust y D’Annunzio lo ensalzaron poéticamente en sus obras, convirtiéndolo en objeto de culto entre la intelectualidad.
Isadora Duncan y su hija vestidas con un Delphos

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